viernes, 1 de abril de 2016

La salida del hospital, ese temido y deseado momento

Seguimos con la serie de maternidad. Desmitificando este maravilloso mundo de ser madre. Qué contradicción ¿verdad?

Ya hemos hablado del embarazo aquí y del parto y primeros días de hospital aquí y hoy toca tratar las primeras semanas de vuelta a casa. Este temido y a la vez ansiado momento que nunca sale como esperas. 

Como os comenté, tuve mucha suerte y fue todo genial. Me veía tan bien en el hospital que no le tenía mucho miedo a este momento. Sabía que iba a estar muy respaldada por la familia y tenía ganas de empezar ya nuestra nueva vida los tres juntos. Tan bien estaba que al día siguiente de salir vinieron un montón de compañeros de trabajo de mi marido y, muy prudentes ellos estuvieron muy poquito rato y a mí me dio hasta rabia, porque quería que se quedaran más. 



Para mí la primera semana fue bastante llevadera. Tenía molestias por los puntos (me dieron tres, si no recuerdo mal) y estaba algo incómoda, pero a la semana ya apenas los notaba. ¡¡Hasta fui de boda y todo!!

Pero cuando pasó esa primera semana -yo que me las prometía tan felices- todo cambió y empecé a llevarlo peor. El cansancio ya empezó a hacer sus estragos. El peque no es de los más comilones que hay, pero sí pedía cada tres horas y, siendo tan pequeños tardan más en mamar, lo que hace que tus horas de sueño se reduzcan. Dormir en periodos de dos horas como mucho se va acumulando y llega un momento en el que estás agotada. 

En mi caso se añadió que la primera semana el niño apenas cogió 50 gramos (en el siguiente post hablamos de la lactancia, que tiene lo suyo) lo que hizo que durante los siguientes siete días tuviera que darle el pecho, sacarme la leche que quedaba con sacaleches y luego darle un biberón con esa leche. Vamos, que juntaba una toma con otra. Eso para mí fue un punto de inflexión y lo pasé realmente mal. El agotamiento se apoderó de mí y como consecuencia estaba súper triste.

Y con esta situación te das cuenta de que no te da tiempo a nada. A mí me encanta cocinar y durante muchas semanas tuve que subsistir con lo que mi madre y mi suegra nos hacían. No me daba la vida para más. Yo veía que lo único que hacía era dar de comer al niño. Mi marido, durante su baja paternal, no paraba de hacer cosas. Poco descansó el pobre. Él se encargaba de todo en la casa: limpiar, recoger, estar pendiente de que yo estuviera cómoda, cuidar al niño mientras yo dormía… Y eso te genera una sensación de impotencia muy, muy grande. Te sientes tan inútil…


Un error que yo cometía era “intentar” aprovechar cuando el niño estaba dormido para hacer cosas. O la casa, o la comida o cualquier otra actividad que me hiciera sentirme mejor. Y esto es un ERROR. Todo el mundo te dirá que aproveches a dormir cuando el bebé duerme y es EL MEJOR CONSEJO QUE TE PUEDEN DAR y DEBES HACER CASO. Deja todo. Si la casa está sucia, la gente lo entenderá y, si no, no aceptes visitas. Yo evité que vinieran desconocidos ya que no me parecía el mejor momento para enseñar la casa, aunque ante algún compromiso alguna vez tuve que pedir ayuda a mi madre, las cosas como son. Qué haríamos sin las madres ¿verdad? Son las únicas que piensan en ti por encima de ellas mismas.

Pero es que el descanso es fundamental. Ya es difícil hacerlo cuando es a intervalos cortos, como para encima desaprovecharlos. DUERME LO QUE PUEDAS. En cuanto el peque cierre los ojos, tú detrás. En estos primeros meses es lo único que puedes y debes hacer. Hazme caso. Este periodo horribilis ya pasará y podrás dejar tu casa como una patena. 

En mi caso llegó un momento en el que no tenía ganas de nada, de ver a nadie. Estaba descuidada, agotada hasta el extremo y pensar en visitas, sobre todo de desconocidos, me horrorizaba. En ese momento entendí que muchas mujeres sufrieran depresión post parto. Porque, si yo me sentía así y todo había ido tan bien, ¿si hubiera tenido un mal parto o si el niño llorara a cada rato, qué sería de mí? Aprendí a solidarizarme con esas mujeres que no llevan nada bien este cambio tan grande en tu vida. Pero a la vez me sentía mal por quejarme tanto cuando sabía que todo había ido genial, que el niño era bastante bueno y que las cosas pueden ser mucho peores. 

Pero esto era lo que me había tocado vivir a mí, independientemente de lo que le pasara a las demás, y me agobiaba la situación. 

Estaba tan cansada que no disfrutaba del peque. En cuanto le daba de comer se lo quedaba mi marido para que yo pudiera descansar. Yo apenas jugaba ni le cambiaba ni nada porque sólo quería dormir o estar sin hacer nada. Así que otra cosa más por la que sentirme culpable. 

Son unas semanas (un par de meses diría yo) en las que sólo ves cosas negativas. Un suma y sigue que te hace pasarlo bastante mal. Sabes que es lo normal, tus amigas te dicen que a ellas también les pasaba, pero tú no puedes evitar querer ser un poco la de antes. Sin excesos, pero un poco más. 

Porque de esto nadie te avisa. Yo soy periodista y sé de una conocida que trabajaba para una revista de bebés y le dijeron que estaba prohibido de hablar de cosas negativas, y me pregunto ¿por qué? Creo que muchas depresiones post parto se evitarían si todas y todos fuéramos realmente conscientes de lo que ser madre/padre supone. Si nos enfrentáramos a ello desde una visión mucho más realista creo que se solucionarían muchos problemas psicológicos, que son los que más duran y más desprevenidos nos pillan.



Porque ser madre es muy bonito. Los avances del niño, verle crecer y evolucionar no tiene precio, pero el principio es muy, muy duro. 

Y eso que yo ya tengo una edad, es decir, eso de salir hasta las mil ya no es tan importante para mí. Me quedan muchas cosas por hacer en la vida, muchos lugares a los que viajar, pero considero que también he vivido mucho y todo no se puede hacer, llegaba el momento de elegir, de priorizar y en este punto de mi vida tener un hijo estaba en el Top 1.

Y a pesar de este convencimiento CUESTA Y MUCHO. 

Ahora el peque tiene cinco meses y medio y os puedo adelantar que las cosas cambian y a mejor. En muchas ocasiones echo la vista atrás y me pregunto ¿pero por qué lo pasé tan mal? La mente tiene una cualidad maravillosa y es la de olvidar lo malo. Y esto es lo positivo de este post, que, por lo general, todo mejora. 

En mi caso fueron dos meses y medio bastante durillos (tuve problema de grietas, que ya os contaré, lo que hizo que se alargara un poco) pero una vez pasado ese momento todo empieza a mejorar a pasos agigantados. Tanto que, como os digo, hasta cuesta recordar el porqué de tanta queja. 

El cuerpo se acostumbra a dormir menos (solucionar el tema del cansancio es importantísimo para ti, para el niño y para la vida en pareja y en sociedad, jeje), el tema de la lactancia se va solucionando (bien sea leche materna, de fórmula o cualquier otra solución), vas conociendo al peque, sus lloros, sus necesidades y sus rutinas (aunque no te engaño, cada día es diferente)… Con tu pareja vuelves a charlar, a disfrutar juntos de vuestro hijo… Y así cada día es mejor, cada semana es mejor, y van pasando los meses y esta nueva vida, junto con los cambios del niño te hacen estar cada vez más contenta. 

Así que tranquila. Esto nos pasa a todas (o casi). Hazme caso en estos puntos y todo será más llevadero:

- Descansa. Si das el pecho aprovecha cuando el niño duerme, adáptate a su horario. Es duro no dormir todas las horas seguidas, pero más vale a ratos que nada. Y si no lo das, túrnate con tu pareja, esto te dará la vida. 

- No te agobies. Lo estás haciendo bien. Estás en un periodo de adaptación que pasará antes de lo que esperas, ya verás. Eres la mejor madre que tu hijo puede tener. 

- Pide ayuda si la necesitas. La familia estará encantada de echarte una mano. 

- No te sientas obligada a recibir visitas. Lo entenderán. Y si no, es su problema. Tú tienes que estar bien para que tu hijo también lo esté. 

- Si te sientes mala madre léete el libro Soy Mala Madre. Eso de ver que no eres la única que piensa de manera políticamente incorrecta también ayuda. No tienes por qué coincidir en todo, pero al menos te echarás unas risas.

- Y no te preocupes si no es como esperabas. Ya llegará el día en el que lo verás todo de otra manera y ese día lo disfrutarás y valorarás mucho más. 

E insisto DESCANSA, DESCANSA, DESCANSA… Ya eres una superwoman.

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